LA DEVOCIÓN POR EL FEMENINO DESDE EL MASCULINO SAGRADO
Desde tiempos inmemoriales, el culto al femenino era significativo de una tribu, clan, pueblo, grupo o cultura sanamente enraizadas en la gran madre tierra, que se traducían en un profundo amor, veneración y respeto por toda la riqueza que ella alberga y ofrece, y a partir de ahí, una visión de lo trascendente y lo sagrado en el que cada ser humano tenía muchas oportunidades de crecer y desarrollarse pleno y libre, como miembro de esa tribu y al mismo tiempo consciente de su individualidad y potencialidad única y propias y de lo que desde ahí podía aportar a la comunidad.
En ese marco, el hombre y la mujer, el masculino y el femenino, se relacionaban y ocupaban su lugar en el mundo, en virtud de una hermosa y equilibrada danza de sus esencias sexuales, fruto de un auténtico y certero conocimiento, y de nuevo del respeto por las leyes de la madre naturaleza.
De este modo, nosotros los hombres, los cazadores, los sostenedores también, los protectores de las amenazas externas, sentíamos claramente la fuerza de tal misión en nuestro ser masculino, nos sentíamos guardianes de los tesoros del femenino, de la fertilidad, la abundancia y la insondable sabiduría conectada hondamente a la tierra de las mujeres. Infinitamente agradecidos de ser curados en cuerpo y alma cada vez que regresábamos de la caza o la guerra.